Una isla verde y azul
La parte terrestre de la isla de Oléron parece un rompecabezas gigante, de 35 km de largo y 12 km de ancho. En la curva de cada camino emerge un nuevo paisaje. La tierra, muy rica, beneficia a una agricultura variada: ganadería, horticultura y, sobre todo, viticultura. Hay un verdadero terruño por descubrir durante las vacaciones.
Las marismas creadas por el hombre, hace muchos años para el comercio de la sal, fueron reconvirtiéndose paulatinamente para el refinado de las ostras, ahora hablamos de “claras”. Todavía quedan marismas activas que se pueden descubrir en el Port des Salines, en Brée-les-bains o en Douhet.
La fauna y la flora también se benefician de estas condiciones excepcionales. Múltiples especies de aves y mamíferos habitan la isla. Se han registrado más de 300 especies de aves. Malvarrosas, tamariscos, mimosas y pinos marítimos son ahora los símbolos de Oléron.
La marea es el movimiento periódico del nivel del mar que sube y baja dos veces al día a intervalos regulares. El océano, alternativamente en calma o agitado, modifica perpetuamente el contorno de sus costas.
La costa oeste con su vasta naturaleza permite la práctica de actividades náuticas (vela, windsurf, surf, carrovelismo, etc.). Las playas de arena fina son ideales para nadar y relajarse.
La costa este, por su parte, está poblada de ostricultores. Durante la marea baja se pueden observar los criaderos de ostras que le dan su paisaje típico. Cada día, los pescadores salen en busca de las mejores especies de pescados y mariscos (lenguados, lubinas, langostinos, gambas, etc.)